Necrocita del Día

La vida es muerte... El último cubata y me voy mi niño!

lunes, 12 de mayo de 2008

'Chiki-Chiki' - Juan Manuel de Prada

Esta mañana desayunando me encontré con la revista Magazine sobre la mesa del comedor, y echándole un vistazo me topé con este artículo. Me pareció "gracioso" y quisiera compartirlo con vosotros.


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Estaba el otro día en un andén del metro, echándome unas risas con mi hija mientras ensayábamos los cuatro movimientos del Chiki-Chiki (ya saben: el ‘brikindans’, el ‘crusaíto’, el ‘maiquelyason’ y el ‘robocó’), a los que ella ha incorporado alguno de su cosecha. Entonces se me acercó un señor, entre consternado y perplejo, y me preguntó: “Pero… ¿es usted Juan Manuel de Prada?”. A lo que yo contesté con un asentimiento. “¿Y cómo deja que su hija baile esa mamarrachada?” Confesaré que el rubor trepó a mis mejillas; ensayé una respuesta que era más bien un balbuceo: “Pues… hombre, la niña se divierte. Y yo… en fin, qué quiere que le diga… también me divierto”. Esto último lo dije casi en un susurro, en ese tono entre confidencial y vergonzante con que reconocemos nuestras debilidades. “¡Pues vaya manera de divertirse! –se enfadó mi amonestador–. ¡Esa canción estúpida es una vergüenza para los españoles! ¿Es que no se da cuenta? ¡El mundo entero va a identificarnos con esa sandez!” Llegó en ese momento el metro que mi hija y yo estábamos esperando, inundando el andén con su estrépito, y la conversación quedó interrumpida. Yo me quedé un poco mohíno, pues no había hallado una respuesta que me sirviera de descargo ante mi anónimo interlocutor; pero, en el trayecto hasta casa, mi hija consiguió que se disipara mi bochorno, diciéndome: “Pero si el Chiki-Chiki es una risa… ¿Por qué está mal reírse?”.

Luego e
stuve dándole vueltas a esta pregunta. Los niños saben mirar el mundo con una clarividencia que nos ha abandonado a los adultos, también con una simplicidad que entra en la verdad de las cosas de un modo más llano y directo que todos nuestros abstrusos razonamientos. La canción del Chiki-Chiki es, desde luego, una memez; pero no creo que sea más mema que el noventa por ciento de las canciones que cantamos. Sólo que ese noventa por ciento de canciones que cantamos son memas sin saberlo, o peor todavía, memas de un modo engreído, infatuado de su propia memez; versitos melosos o campanudos; musiquitas pegadizas, etcétera; el Chiki-Chiki, en cambio, es asumidamente mema, hace de la memez –de nuestra propia memez– una parodia sin rebozo: la letra es arrebatadamente chusca, la música parece rescatada de una pachanga beoda, la coreografía que componen el humorista Chikilicuatre y sus bailarinas provoca una suerte de estupor lisérgico. Todo en ella es de una chapucería sin paliativos que en un adulto circunspecto puede provocar cierta indignación; pero creo que esa indignación es fruto de nuestra incapacidad para reírnos de nosotros mismos.

¿Y cuál es la misión del verdadero humor, sino reírnos de nosotros mismos? El humor más rudimentario y pringoso es el que se ríe del prójimo; el humor más elaborado tiende a reírse de nuestras propias lacras. La canción del Chiki-Chiki nos coloca ante un espejo deformante y nos obliga a asumir que somos así de horteras, así de casposos, así de botarates. Pero, además de enfrentarnos a esta imagen poco complaciente de nosotros mismos, la canción del Chiki-Chiki ha conseguido agitar una especie de movimiento de terrorismo televisivo sumamente saludable. Su promotor, Andreu Buenafuente, merece por ello nuestro aplauso: la idea de presentar la candidatura del Chiki-Chiki al festival de Eurovisión constituye una de las burlas más desinfectantes e ingeniosas que uno recuerde en la historia del medio televisivo; una burla realizada, además, desde dentro, acatando las reglas de juego impuestas por el medio, sacando partido de sus artimañas. Sólo por ello, Buenafuente debería ser recordado como uno de los más grandes humoristas de nuestra época. Porque lo suyo no ha sido una mera burla del festival de Eurovisión (uno de los cónclaves tradicionales de la caspa televisiva), ni una mera burla de los sistemas de votación popular introducidos en los últimos años en los programas de descubrimiento de presuntos talentos (Operaciones Triunfo y demás morralla imitativa), sino una burla de mayor alcance, una burla oceánica que remueve los cimientos del medio, exponiéndolo –como a nosotros mismos– ante el espejo deformante de la caricatura. Después del Chiki-Chiki, la televisión ya no será la misma: de algún modo, la ocurrencia de Buenafuente ha servido como catalizador de una revuelta gamberra que obliga a la televisión a reírse de sí misma, a aceptar su propia memez engreída.
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Opino que el atractivo del Chiki-Chiki está en su ridiculez, motivo por el que ha atraído tanto la atención. Y evidentemente, el orgullo nacional no depende de un estúpido concurso de entretenimiento... Si es que hoy en día la gente no sabe diferenciar las cosas...

1 comentario:

Ziessel dijo...

El comentario es de un conocido. Me ha parecido muy acertado y me gustaría hacer pública - Chemo Demiurgo:

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Pues a mi de todo lo que se ha comentado en este hilo lo que más me ha llamado la atención es este párrafo del escritor:

Cita:
Confesaré que el rubor trepó a mis mejillas; ensayé una respuesta que era más bien un balbuceo: “Pues… hombre, la niña se divierte. Y yo… en fin, qué quiere que le diga… también me divierto”. Esto último lo dije casi en un susurro, en ese tono entre confidencial y vergonzante con que reconocemos nuestras debilidades.


¿Reconocemos nuestras debilidades? Ya nunca me cayó bien de Prada (ni como escritor ni como articulista) pero eso confirma mis sospechas: es el clásico pedante intelectual. Que pasa ¿qué si te hace gracia el Chiki ya no eres una persona inteligente? Manda narices cuanto imbécil que escribe columnas hay en este país. Leer a Kafka o a Dostoyevsky no tiene por qué estar reñido con el sentido del humor facilón y gamberro. Parece que aquí solo puede haber intelectuales de estantería y gafas de pasta o gañanes imbéciles que se meten reality shows por la vena.

Sobre el otro tema debo decir que me alegro que nos represente el Chiquilicuatre en eurovisión. La pena es que otros países se hayan dado cuenta ya de la tontería que es este festival y también manden pachanga humorística, porque así el Chiki este no va a lucir todo lo que debiera. A mi personalmente me dio muchísima más vergüenza ajena cuando se mandó a la Rosa de España (por los dioses, que ganas de cambiar mi pasaporte), con esa cutre-canción pseudocantada en spanglish con la letra más hortera y casposa que tuve oportunidad de escuchar ¡y que iba en serio! Eso sí que fue ridículo, hasta para eurovisión (se nota que no me gusta ese festival, supongo). Al menos ahora vamos a hacer el jíbaro con todas las de la ley y a escojonarnos de nosotros mismos y de los demás, que falta nos hace.

En cuanto a Lordi no los conocí hasta el año de Eurovisión cuando mi sobrino y mis colegas me enseñaron el vídeo. Curiosamente ni me fijé en las vestimentas, lo que me llamó la atención en ese momento es que tuvieran los redaños de mandar a unos heavys a Eurovisión. Y cuando me enteré que ganaron brinde con mis colegas pensando que, a lo mejor ese concurso podía evolucionar para adaptarse a los tiempos actuales. No sé si lo hará, pero lo que queda claro es que al público en general ya no le apetece escuchar música melódica ligera, que para eso ya tenemos mil millones de programas cazatalentos en todos los canales de la caja boba...